¿Queréis conocer el verdadero sabor de los Valles Pasiegos?
Nos desviamos y cogemos una pequeña senda rodeada por una arboleda. El frescor y los rayos de sol entran por entre las ramas, de repente el tiempo parece detenerse…
Hemos llegado: El Valle del Machucón.
Cuando nos enfrentamos a un proyecto de turismo rural y sostenible, nos encanta conocer de primera mano el equipo que lo trabaja y sus creadores. Cuál es su filosofía, qué ofrecen a sus visitantes y sobretodo es vital, que nuestro trabajo refleje, el esfuerzo, el compromiso y la dedicación que tienen con sus clientes y con su manera de hacer las cosas.
Emprender, es un camino difícil y cuando ves el éxito, con esfuerzo constante, de estos sectores de producción ecológica y adaptada al territorio, te das cuenta del valor tan enorme que tiene. Apostar por construir de cero, es un concepto que todos deberíamos pensar a la hora de visitar cualquier lugar, el cómo empezó y cómo está hoy en día.
Porque a mi entender, aprendemos mucho más y somos capaces de comprender cómo los proyectos cobran vida, por la ilusión y el esfuerzo de personas que un día, vieron en la naturaleza o en su manera de ver el mundo, una forma de vida.
Ver y trabajar, rodando con estos emprendedores naturales, es compartir iniciativas conjuntas que cobran sentido cuando las compones. Es un grupo de valores y creencias que se unen para ser una, vivir, y en este caso, más naturalmente, más verde y más feliz.
(Sólo una apreciación de una ciudadana del mundo, que cuando respira el aire puro y la sencillez complicada del campo, se ilusiona con ser parte de él algún día) .
El Valle del Machucón, es un ejemplo claro de trabajo diario, emprendimiento evolutivo y protección natural del medio ambiente.
Es una experiencia compartida.
El Valle del Machucón, un valle para comérselo.
Sara Fortuna.